lunes, 7 de diciembre de 2020

TESTIMONIOS SOBRE
EL NACIMIENTO DE LA CUMBIA
EN DEPARTAMENTO DEL MAGDALENA.
La Floresta.

EN TENERIFE EL MÁS ANTIGUO: El testimonio más antiguo sobre música indígena, se encuentra en el libro de Hermes Tovar Pinzón, titulado “Relaciones y visitas a los Andes (Siglo XVI): Tomo II: Región Caribe” publicado por Colcultura en el año 1994. Aparece en esa edición una descripción con el nombre “De la descripción de la Villa de Tenerife, de las cosas de la tierra que mandó hacer el ilustre señor Don Lope De Orozco, Gobernador y Capitán General de la ciudad de Santa Marta y sus provincias, por su Majestad el Rey de España, el 19 de mayo de 1580”. Lope De Orozco, fue Gobernador Provincia de Santa Marta de 1575 a 1580, su testimonio de mucho valor histórico sobre la música indígena en la población de Tenerife Magdalena, es el siguiente:
- “La chicha que beben es de la masa del maíz, que echan en unas múcuras, que son como tinajas y allí en esas múcuras hierven esta chicha. Cuando se quieren emborrachar la hacen más fuerte, con masa de maíz y masa de yuca. Los indios e indias, beben y hacen fiestas, con una caña a manera de flauta, que se meten en la boca para tañar y producen una música fea que parece traída del infierno.
La Floresta.

LIBRO, LA FLORESTA DE LA SANTA IGLESIA CATEDRAL DE LA CIUDAD Y PROVINCIA DE SANTA MARTA: Con la caligrafía española de la época, así manifiesta el libro La Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta:
- "yndios i yndias veben y asen fiestas con una caña a manera de flauta que se meten en la boca para tañer y producen una mucica como mui trayda del infierno".
EN LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA: José Nicolás De La Rosa, Alférez Real español, hacía 1742 escribió La Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta, en donde manifiesta sobre la música indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta, lo siguiente:
- “Los instrumentos musicales utilizados por los indios de Santa Marta, son tambores grandes y largos, hechos de tronco de árboles gruesos; cornetas y trompetas de caracoles marinos, flautas hechas con las canillas de los indios muertos. Hacen sus fiestas y bailes extraños en los patios, enlazados de grandísimas y pulidas piedras. Periódicamente con las primeras cosechas de maíz realizan fiestas en donde invitan a los vecinos para festejar la cosecha y tomar chicha.
EN LOS PUEBLOS RIBEREÑOS: El Alférez José Nicolás De La Rosa, español de nacimiento avecindado en Santa Marta, quien dedicó los ocios de su profesión de militar a escribir crónicas, de la ciudad y la provincia, hacía 1742 escribió el libro titulado La Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta, en donde sobre los pueblos ubicados a orillas del río en el Departamento del Magdalena dejó escrito:
- “Los indígenas establecidos a orillas del Río Magdalena, conservan su vieja idolatría, manteniendo en aquella montaña un Caney grande (Ranchón), donde se reúnen a rendir adoración y pedir vaticinios a un gran muñeco que allí tienen pendiente de una viga y vestido de hojas y ramos aromáticos, con un turbante de vistosas plumas y en las manos su arco y flecha. Alrededor del Caney, con muchas tinajas y múcuras de sus bebidas y entre una y otra, sus bancos para descansar los que salen del baile; baile este, que forman en circo, tomando en medio al muñeco, para que obligado de aquel bárbaro holocausto, le anuncien los sucesos y sus gustos. Usan como instrumentos musicales, flautillas o canutillos, percusores con tronco perforado y cuero de venado, caracoles y fotutos.
EN LA ZONA BANAERA: En el libro titulado Migrantes y Blacamanes, de la autoría de Venancio Bermúdez Gutiérrez, publicado en el año 1995, hay muchos testimonios de la música indígena Chimila. Hay un testimonio del cronista y militar español Gonzalo Fernández De Oviedo (1478–1557), Gobernador de la Provincia de Santa Marta de 1535 a 1538.
- “Tambores grandes de seis a siete palmos de luengo, hechos en un tronco vacuo de árboles gruesos y encorrados colgados en el aire dentro de los bohíos que sonaban mucho.
También se informa en el año 1764, la llegada alegre de una escuadra de indios con fotutos, maracas, flautas y algazaras, y como elaboran los indios Chimilas algunos instrumentos musicales con huesos secos. Se afirma que cerca del Río Aracataca, en casa de los Chimila envueltos en hojas frescas, descubren dos canillas, una de brazo de gente y otra de pierna y que según los indios, las tienen para hacer pitos.
EN GUAMAL: En una expedición del Capitán y cronista español Don Martín Ruíz Díaz, realizada el 8 de septiembre del año 1766 en Guamal Magdalena, antes llamado “Malambo”, cuyo cacique era Milo o Melo, encontró lo siguiente:
- “Nos topamos con dos indios Chimila que venían y salió un Tocaimo, tras el uno de ellos que cogió y el otro siguió derecho a una casa que avanzamos y en donde cogimos tres chinitos, varones y hembras, y proseguimos adelante y avanzamos a otra casa, en donde había más de 50 tinajones de bebidas, sin otros que estaban al fuego cocinando y más adelante estaba otra casa que tenía más de cien morrocoyos, dos tambores, uno de tres varas y otro largo menor de tres cuartas.
Viajes por Colombia.
1823-1824.

EN EL PIÑÓN: Tiene que ver mucho el municipio de El Piñón Magdalena, con los orígenes de la Cumbia, así queda evidente con un relato titulado “Viajes por Colombia 1823 y 1824”, que hace Charles Stuart Cochirane, Capitán de navío inglés, que pasó en un champan por esta población en abril del año 1823. Así relata el viajero ingles su llegada a EL Piñón Magdalena:
- “En Piñón encontré 7 cañoneros bajo el mando de Louis Carboniere, con guerreros que llevaban lanzas y parecían indios. Una vez en tierra me presenté ante el Capitán de escuadra, cuando le mencioné mi nombre, recibí de él un caluroso saludo, me comentó que había servido en las indias occidentales bajo las órdenes de mi padre, Sir Alexander Cochirane, a quien le debía mucho. Como prueba de su aprecio me ofreció una excelente cena. Antes de la cena, un melancólico sonido proveniente de una caña y un tambor, atrajo mi atención. Me dirigí al lugar y encontré a un grupo de personas que formaban un círculo al que me admitieron sin prevenciones. El sonido era producido por algunos indios; uno de ellos, de píe, sostenía una larga caña con la que emitía diferentes sonidos, sin melodía alguna; mientras tanto otro indio, sentado en el piso, sostenía en medio de sus piernas un pequeño barril cubierto con una piel de cordero templada, que servía como tambor, en el que producía un ritmo regular utilizando pequeños palitos. La música era simple, pero parecía deleitar a los indios, bailaban de manera algunas veces grotesca sin ser desagradable, con poco movimiento pero inclinando su cuerpo en varias posiciones fáciles. Para terminar, los bailarines tendieron sus capas sobre mis zapatos, para significar que se estaba solicitando una donación. Al finalizar me retiré a cenar
Negros le cantan cumbia al Libertador Simón Bolívar: El historiador Álvaro Rojano Osorio, manifiesta que en una de las oportunidades que estuvo el Libertador Simón Bolívar en El Piñón, a principios del siglo XIX, tres negros con tambor, un pito atravesado y una guacharaca, le interpretaron cumbia.
EN GAIRA: El diplomático sueco Carl August Gosselman, en sus memorias tituladas “Viaje a Colombia 1825 y 1826”, sobre la música en la población de Gaira, cerca de Santa Marta, expresa lo siguiente:
- "Por la tarde se preparaba un gran baile indígena en el pueblo; la pista era la calle, limitada por un estrecho círculo de espectadores que rodeaban a la orquesta y los bailarines. La orquesta es realmente nativa y consiste en un tipo que toca un clarinete de bambú de unos 4 pies de largo, semejante a una gaita, con 5 huecos, por donde escapa un sonido; otro que toca un instrumento parecido, provisto de 4 huecos, para los que usa la mano derecha, pues en la izquierda tiene una calabaza pequeña llena de piedrecillas, o sea una maraca, con la que marca el ritmo. Este último se señala aún más con un tambor grande hecho en un tronco ahuecado con fuego, encima del cual tiene un cuero estirado, donde el tercer virtuoso golpea con el lado plano de sus dedos. A los sonidos constantes y monótonos que he descrito se unen los observadores, quienes con sus cantos y palmoteos forman uno de los coros más horribles que se puedan escuchar. Este era una imitación del fandango español aunque deja la impresión de asemejarse a una parodia. Tenía todo lo sensual de él, pero sin nada de los hermosos pasos y movimientos de la danza española, que la hacen tan famosa y popular.

FUENTES DE CONSULTA.

Hermes Tovar Pinzón: Relaciones y visitas a los Andes (Siglo XVI): Tomo II: Región Caribe, publicado por Colcultura en el año 1994.
José Nicolás De La Rosa: La Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta, publicado en el año 1725.
Charles Stuart Cochirane: “Viajes por Colombia 1823 y 1824”; publicado por el Banco de la república en el año 1994.
Gnecco Rangel Pava: El País de Pocabuy, publicado en el  año 1947.
Raúl Ospino Rangel: Historia Musical del Magdalena, publicado en el año 2005.
Venancio Aramis Bermúdez Gutiérrez: Migrantes y Blacamanes, año 2012.
Charles Stuart Cochrane: Viajes por Colombia 1823 y 1824: publicado por el Banco de la República, en el año 1994.

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