BOGOTÁ: en 1948 (el mismo año del asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán), se graduó de médico Manuel Zapata Olivella en la Universidad Nacional con sede en Bogotá. Fue un rebelde, razón por la cual por su ideología política, tuvo que salir de la capital de Colombia, que en ese momento hervía con "El Bogotazo". He aquí su testimonio:
- “Por ser miembro de la Juventud Comunista, me tocó salir en bolas de fuego ante la cacería de brujas contra liberales y comunistas promovida por el gobierno conservador”.
LA PAZ, CESAR: la persecución política bogotana hizo que Manuel Zapata Olivella aterrizara en La Paz, Cesar, donde lo protegió su pariente Pedro Olivella Araujo, un líder liberal gaitanista, primo de su madre, Edelmira Olivella. De modo que en el año 1949, su primo lo alojó en su casa, le organizó un consultorio, y lo relacionó con parientes y amigos, ya que esa población carecía de médico. Así fue como en La Paz hace hogar con la nativa María Pérez, y nacen sus tres hijas. En La Paz, Zapata Olivella, no solo se dedicó a salvar vidas con su medicina, sino que se convirtió:
- En mecenas de los músicos vallenatos.
- En uno de los primeros en conformar agrupaciones de este género.
- En uno de los primeros en fomentar parrandas y giras con los juglares del acordeón.
- En uno de los primeros en llevar el vallenato a Bogotá y al extranjero.
Los patios de las casas y las fincas cercanas al pueblo, fueron escenarios para parrandas vallenatas organizadas por Manuel Zapata Olivella. Por ejemplo, la hacienda "El Olimpo", de su amigo Gabriel Zequeira. Otro sitio para estas tertulias musicales fue el patio grande del carpintero músico Juan López Gutiérrez, hermano del acordeonero de La Paz, Pablo Rafael López Gutiérrez, padre de Los Hermanos López. Con razón al frondoso patio lo bautizaron "La Calle de la Alegría". Sobre el acordeón en La Paz, Manuel Zapata Olivella en su libro, "Por los Senderos de sus Ancestros", publicado por el Ministerio de Cultura, en el año 2010, expresa lo siguiente:
- “En el pueblo se toca como por arte de magia. Tocan melodías de la música vallenata, cuyas letras narran sucesos de la comarca, interpretadas en acordeón, guacharaca y tambor. La Paz, tiene fama de ser la mata de los acordeoneros y paseos vallenatos. En el pueblo nunca faltan tres o cuatro buenos acordeoneros. Pero una cosa es cierta de los acordeoneros pacíficos: son gentes muy retraídas, poco amigo de salir fuera del corral; por eso son más conocidos los juglares de Plato o El Paso”.
CONJUNTOS VALLENATO ORGANIZADOS POR ZAPATA OLIVELLA EN LA PAZ: cuando en 1949, Manuel Zapata Olivella llegó a La Paz, en esa región se encontraban varios músicos dispersos, con las cuales organizó dos conjuntos vallenatos (primero el uno y después el otro), agrupaciones que tuvieron el privilegio de recorrer parte de Colombia y varios países. Esos interpretes fueron entre otros, los siguientes:
- Carlos Noriega Mora, acordeonero y técnico de acordeones nativo de La Paz.
- Alfredo Enrique Gutiérrez Acosta, padre de Alfredo Gutiérrez, quien hacía bailes en La Paz con bombo, redoblante, acordeón, instrumentos de viento y bajo.
- “La Peor es Ná”, banda de música de La Paz dirigida por Clemente y Luis Gregorio.
- Fermín Pitre, musico nativo de Fonseca, hijo de Luis Pitre.
- Juan Bautista López Gutiérrez (cajero) y Pedro Rafael López Gutiérrez (acordeonero).
- Antonio Morales, cantante y decimero nativo de San Diego.
- Antonio Sierra Morales, cantante, decimero y guacharaquero, nativo de El Plan.
- Juan Crisóstomo Ramos, conocido como "Pichocho", reconocido cajero nacido en San Diego en 1912.
- Dagoberto López Mieles, cantante nativo de La Paz, Cesar.
- Juan Manuel Muegues, músico y compositor manaurero.
El folclorista guajiro Félix Carrillo Hinojosa, en un artículo publicado en El Espectador, sobre la conformación de un conjunto vallenato por Manuel Zapata Olivilla en la Paz, Cesar, manifiesta:
- “El primero fue Fermín Pitre, un músico completo de Fonseca, quien le dijo: Docto, yo me voy con usté, no importa la plata. A éste se sumaron “Pichocho” y Antonio Sierra, decimero de respeto y guacharaquero. El propósito del joven médico de llevar a un cantador de décimas tenía su fin y era el poder mostrarle a la gente del interior del país que en nuestra provincia había una tradición española muy arraigada”.
Comenta el historiador de Gaira, Joaquín Viloria de la Hoz, en su libro Acordeones, Cumbiambas y Vallenato en el Magdalena Grande: una historia cultural, económica y política (1870-1960), lo siguiente:
- “Fueron famosas las giras organizadas por el médico Manuel Zapata Olivella a Bogotá, para difundir la música folclórica del Magdalena entre 1951 y 1953. En esas excursiones folclóricas participaron los acordeoneros Fermín Pitre, Juan López, Juan Manuel Muegues y Dagoberto López. Así mismo los cantantes Antonio Morales, "Pichocho", poeta analfabeta, y Antonio Sierra, quien además tocaba la dulzaina y la guacharaca. Faltó un cajero vallenato, que debió ser suplido por Batata, percusionista que impuso en esas presentaciones un estilo palenquero al conjunto vallenato”.
El ex-rector de la Universidad de los Andes, Rafael Rivas Posada, confirma que Manuel Zapata Olivella, llevó a Bogotá en el año 1953, al acordeonero fonsequero Fermín Pitre, hijo del legendario acordeonero guajiro Luis Pitre, fallecido este juglar en 1948.
PRESO PACHO RADA EN PLATO, MAGDALENA: el juglar Francisco Pacho Rada, una noche de mediados de siglo XX, se encontraba con varios amigos parrandeando por las calles de Plato, Magdalena, cuando el Inspector de Policía de la localidad, en actitud arbitraria lo detuvo y lo llevó arrestado a la cárcel por supuesta insubordinación policial. Pacho Rada, entró a la cárcel con su acordeón, y el resto de la noche se la pasó alegrando con sus notas e improvisando canciones en la soledad del panóptico. El pueblo se enteró, y despertó escandalizado de que estuviera preso un hombre investido de tanta gloria y metido en el corazón de los plateños. Ocurrió que en la mañana bien temprano, muchedumbre inmensa se amotinó en la cárcel, dio libertad a Pacho Rada, y expulsó a palos al Inspector de Policía.
Esta historia se la contó en 1950, Abel Antonio Villa a Gabriel García Márquez, anécdota que dio lugar para que el Nobel de Literatura escribiera sobre el particular una crónica el 14 de marzo de 1950, en el periódico El Heraldo de Barranquilla.
UN ACORDEÓN TRÁS LA REJA: así fue como el escritor cordobés Manuel Zapata Olivella (1920-2004), da a conocer en 1966 el cuento “Un Acordeón Trás la Reja”, en el cual ficcionaliza la anécdota que Abel Antonio Villa le había narrado a García Márquez en 1950. El cuento fue publicado en Antología Cuentistas Colombianos a cargo de Gerardo Rivas Moreno. En 1967 el cuento apareció en ¿Quién le dio el fusil a Oswald? y Otros Relatos. En 2003, aparece en la Antología Cuentos Negristas, a cargo de Salvador Bueno, publicada en la Biblioteca Ayacucho.
En el año 2020 para celebrar el centenario del nacimiento del autor, el Instituto Caro y Cuervo, quiso honrar su memoria acercándolo a nuevos públicos. Por eso, gracias al talento y entusiasmo de Nancy Friedeman Sanchez, artista colombiana radicada en Estados Unidos, ofrece un libro que se despliega como el instrumento que toca Pancho Rueda, protagonista del cuento, un libro-artefacto que propone un recorrido por el río que es el cuento mismo.
RESUMEN DEL LIBRO: narra Zapata Olivella en el contexto de la cuenca baja del Río Magdalena, el encarcelamiento del protagonista acordeonero Francisco Rueda (y no Rada) con el instrumento musical incluido, por un arbitrario cabo de la policía política de la época de la violencia en Colombia porque no lo complació tocándole una parranda exclusiva. El detenido músico argumentó que no iba a halagar a un asesino. El gendarme lo sentenció:
- “O tocas para mí o nunca más lo harán tus manos para otros".
En la madrugada del primer y único día de su retención atrabiliaria, Francisco Rueda, venciendo sus miedos, termina haciendo un acto de rebeldía contra la decisión del carcelero y ejecuta magistralmente desde la celda de la cárcel merengues y sones. El pueblito se despierta y todos a una dicen:
- “No permitiremos que el cabo le corte las manos”.
Las mujeres azuzan a los hombres. A una sola voz declaran:
- “El pueblo no puede quedarse sin su músico”.
La comunidad se arma de valor y libera a su juglar de la prisión.
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