"TURCOS"
EN EL MAGDALENA.
"Calle de los Turcos".
Aracataca Magdalena.
ERAN SIRIO-LIBANESES: Los sirio-libaneses, llamados
"Turcos", entraron en el año 1880 por Puerto Colombia Atlántico, con
documentos del Imperio Otomano que entonces regía el Medio Oriente. De modo que
los pioneros árabes entraron al país por Puerto
Colombia y Cartagena. Los demás, por Santa Marta y Buenaventura. Colonizaron la
Costa Atlántica, en donde le sacaron provecho a sus condiciones de navegantes y
ayudaron a la construcción de la identidad nacional en un periodo en que el
Caribe colombiano estaba poco poblado. La cultura turca de fe cristiana ortodoxa, se integró fácilmente
a la identidad costeña y contribuyó al desarrollo del país. Debido a que el Medio Oriente estuvo durante
el Siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial en manos de Turquía, los
inmigrantes árabes que llegaron con pasaportes turcos, fueron denominados por
el común del pueblo como los “turcos”, con procedencias de Siria, Líbano,
Palestina y Jordania.
Turcos navegantes: El siglo XIX fue clave en la navegación a
vapor por el Río Magdalena, comunicando a los pueblos del río con Barranquilla
y el interior del país, ello hizo que las poblaciones más importantes de la
Costa, hasta principios del Siglo XX, fueran los pueblos ribereños. La
presencia de los “Turcos” en el Magdalena se incrementó sustancialmente a
partir del año 1920, aprovechando para su comercio la navegación por el Río
Magdalena; colonia extranjera y comercial, bien representada en poblaciones
como Santa Marta, Fundación, Aracataca, Ciénaga, Plato, El Piñón, Salamina, El
Banco.
Turcos y el acordeón: Se comenta que los turcos en los pueblos del
Magdalena, tuvieron mucho que ver con la comercialización del acordeón, ya que
se la ingeniaron grabándoles animales como guacamayas, venados etc, para
despertar curiosidad en los pueblos, sobre todo en la comunidad negra.
Incentivaban el comercio manifestando a la clientela en sus tiendas que era un
instrumento barato, ideal para acompañar el tambor y la guacharaca.
HUELLAS DE LOS TURCOS EN EL MAGDALENA: Reflejo de la cultura y el comercio intenso de esta colonia, aún hay huellas de su presencia en el Magdalena, como la reconocida cadena de ropas Tierra Santa; el Centro Islámico construido en Santa Marta en el año 2004. Además de las siguientes:
Guamal: “Callejón del Turco”.
Callejón del Turco.
Guamal Magdalena.
HUELLAS DE LOS TURCOS EN EL MAGDALENA: Reflejo de la cultura y el comercio intenso de esta colonia, aún hay huellas de su presencia en el Magdalena, como la reconocida cadena de ropas Tierra Santa; el Centro Islámico construido en Santa Marta en el año 2004. Además de las siguientes:
Guamal: “Callejón del Turco”.
Aracataca: Encontramos la
"Calle de los Turcos".
Plato: Almacén "El
Turco Farid".
San Fernando: También cuenta este
corregimiento del municipio de Santana con “El Callejón de los Turcos”, ya que
en el lugar hubo una tienda de comerciantes árabes.
"Almotacén" en El Banco: "Almotacén" es una palabra turca que significa puerto de embarque y desembarque, muy utilizada en la década de los años cuarenta del siglo XX, por los turcos de El Banco.
Concordia: En Concordia llegó un comerciante de apellido Abdala, quien instaló una tienda con el nombre de "La tienda de Abdalita".
"Almotacén" en El Banco: "Almotacén" es una palabra turca que significa puerto de embarque y desembarque, muy utilizada en la década de los años cuarenta del siglo XX, por los turcos de El Banco.
Concordia: En Concordia llegó un comerciante de apellido Abdala, quien instaló una tienda con el nombre de "La tienda de Abdalita".
Muce Moisés, primer Senador
de origen Árabe en Colombia.
TURCOS
EN PLATO: Berthica Dippe nacida
en Plato Magdalena y residenciada en
Scrantan Pensilvania, sobre sus parientes comenta:
- "Entre los "turcos" de Plato tuvo
participación comercial mi abuelo Jussef Dippe (José Dippe) quien viajó a lo
largo del Rio Magdalena, comercializando telas y otros (sedas, tabaco,
implementos musicales, maíz, etc). Las sedas las traía de la India (fabricadas
en China). Eran los años 1865-1870. Mi abuelo hizo varios viajes por barco,
cada uno demoraba 6 meses. En uno de sus viajes por el río, se casó con mi
abuela en "Panceguita" y se establecieron en Plato, Magdalena. En
realidad mi abuelo no era "turco", sino de Tripoli en El Líbano, pero
era costumbre y aun se estila a todos los inmigrantes del Medio-Este, llamarlos
“turcos”.
Bertha
Dippe de Stecca pionera de la mujer comerciante en plato: Bertha Candelaria Dippe, sobresalió en la
población de Plato Magdalena, desde el año 1950, hasta la década de 1980, como
pionera de las mujeres comerciantes de esa localidad. En la antigua Calle Córdoba, estaba ubicado su
almacén “El Triunfo", donde distribuía toda clase de productos, al por
mayor y al detal. Estaba casada con Marco Stecca, quien fue Chef oficial de los
ingenieros de Andian y Antex Oil & Gas Company.
Turcos
vendían acordeones en Plato: Comenta el músico sabanero Lisandro Meza que su primer acordeón
se lo compró su padre en los almacenes de los turcos que comerciaban en Plato
Magdalena. Fueron famosas en esta población las tiendas turcas de Nicolás Acle, Sara Acle, Nazario
Izaca, quienes vendían acordeones. Otros turcos plateños fueron los Elías,
Manzur, Romanos, Karma, Átala, Aska.
Muce Moisés primer
senador de Colombia de origen árabe: El abogado Muce Moisés Aschkar, nacido en Plato Magdalena y
casado con la samaria Sara Cotes Gnecco, fue un liberal gaitanista, de los años
cuarenta. Considerado el primer Senador de Colombia, de origen árabe, cuando
los miembros del Senado eran elegidos por voto directo en las asambleas
departamentales. Siendo Senador en el año 1947, presentó un
proyecto de Ley, sobre plan vial y planificación de ferrocarriles, carreteras,
caminos y pavimentación. Con ocasión del asesinato del líder liberal Jorge
Eliecer Gaitán, integró la junta de samarios que repudiaron el aberrante
crimen. En el año 1991, aspiró al Senado en la lista liberal que encabezaba
Álvaro Uribe Vélez. Como Alcalde de Santa Marta, en el año 1957,
legalizó urbanísticamente los predios del barrio María Eugenia, y como Alcalde
fue uno de los fundadores de la Fiesta del Marta en el año 1959, razón por la
cual la Alcaldía de Santa Marta y la Empresa Promocional de Turismo del
Distrito (ETURSA), en el año 1999, le hicieron reconocimiento.
TURCOS EN CERRO SAN
ANTONIO: Pedro Chiquillo Barrios, sobre los turcos en
este municipio también comenta:
- "Cabe agregar que en El Cerro San Antonio vivió uno de
ellos de apellido Bojanini, que regaba la mercancía en toda la población, y
luego cobraba semanalmente. Después de su muerte los hijos venían al Cerro y se
vincularon por mucho tiempo, logrando revivir la pasión del fútbol con
intercambios entre Sabanalarga y mi pueblo".
TURCOS EN EL BANCO: Existe en este municipio la “Plaza Almotacén”,
ubicada en la calle 8 entre carreras 2 y 3, en inmediaciones del mercado público.
"Almotacén", es una palabra
turca que significa puerto de embarque y desembarque, muy utilizada en la
década de los años cuarenta del siglo XX, por los turcos de esta población
ribereña.
El Banco lloró a “La Turca” “Mamá Suraya”: En el año 1998 fue
asesinada Suraya Namén Gorayeb, “Mamá Suraya”, una filantrópica mujer, matrona
de todos los banqueños. Era prima del reconocido dirigente deportivo Alex
Gorayeb y fue la Mujer Cafam, año 1997 por el Departamento del Magdalena. “La Turca” como también le decían,
luchó por el bienestar de ancianos, enfermos, presos, no sólo de El Banco, sino
también del sur del Magdalena, Cesar y Bolívar. Precisamente fue bautizada como “Mamá
Suraya” por los primeros presos que ayudó en la cárcel de El Banco. “Mamá Suraya” fue asesinada junto a
su hermano Adib Namén Gorayeb, después de ser testigos del crimen del
comerciante Luis Beleño Rodríguez, por miembros de grupos al margen de la Ley.
Los asesinos, para no dejar testigos, balearon a los hermanos Namén Gorayeb.
TURCOS EN GAIRA: La bandera de Gaira, fue ideada por Doña Carmen Hazbún de Rodríguez (fallecida), llamada cariñosamente "La Turca", quien prestó un gran servicio a la comunidad gairera.
Elías Cure Gómez.
TURCOS EN PEDRAZA: El primero fue Nicolás Cure, originario de
Rabet, Líbano; prospero comerciante, que formó su familias en Pedraza Magdalena,
población donde nacieron sus hijos: Elías y Nayid Cure Gómez.
Elías Cure Gómez: Odontólogo de profesión, uno de los primeros
profesionales de Pedraza.
Nayid Cure Gómez: Murió en un accidente automotriz.
En Pedraza Magdalena, la primera casa de mampostería fue de propiedad de un turco.
En Pedraza Magdalena, la primera casa de mampostería fue de propiedad de un turco.
Camilo George Chatame,
en Fundación Magdalena.
TURCOS EN FUNDACIÓN: El turco Camilo George Chatame, procedente de Salamina Magdalena, llegó a Fundación Magdalena, en el año 1944; población donde le da apertura a su negocio “Casa George”, una miscelánea donde vendía toda clase de artículos, incluido los acordeones. Para promover sus ventas decide en el año 1948, patrocinar un concurso de música de acordeón, entregando como premios artículos del mismo almacén. Es considerado pionero de los festivales vallenato en Colombia.
Casa Turca
en Santa Marta.
TURCOS EN EL PIÑÓN: En el año 1890 estuvo en El Piñón y Salamina, el palestino Salomón Muvdi; incentivando el sector agrícola de la región, era hermano del destacado personaje de Barranquilla Don Elías Muvdi. También son recordados en El Piñón "Pedro El Turco" y Don José Alí, todos comerciantes.
TURCOS EN CHIBOLO: En Chibolo hubo un almacén de venta de telas
muy grande y el propietario fue un turco llamado Alejandro Faraján. Le decían “El
Turco Faraján”, casado con la chibolera Luisa “Lucha” Gamarra. Hubo otro, que
lo llamaban “El Turco Mocho”, porque tenía una de sus orejas reducida o sea más
pequeña que la otra.
TURCOS
EN EL DIFÍCIL: La primera iglesia
que tuvo la población de El Difícil, municipio de Ariguaní, fue una choza de
palma construida por un turco de nombre Genaro, época para la cual las fiestas
patronales se hacían en honor a Santa Teresita de Jesús.
TURCOS
EN SANTANA: En Santana y en
Mompox se asentaron los hermanos Elitim, Zacarías Naizir y Salomón Chicre
Chartuni. También hubo un turco de apellido Manzur y otro Jalili, que después
se fue a Mompox, donde también vivían los Dau. Ha sido de importancia la presencia turca en el corregimiento de San Fernando, donde se destacan las familias Yacub y Abdala. El escritor Antonio Brugés Carmona publicó en
los años 40 un texto sobre la vida y milagros de Elías Jalil. Allí introduce a
estos inmigrantes por primera vez quizás en la literatura costeña, habla del
proceso de adaptación y mestizaje.
Vida
y milagros del turco Elías, por Antonio Brugés Carmona: La vida extraordinaria de Elías Jalil (materia
prima para una de esas biografías noveladas de Blaise Cendrars) es la vida de
casi todos los inmigrantes del Medio y Cercano Oriente que llegaron a nuestro
país, y se instalaron definitivamente en uno de esos pueblecitos que se nutren
de los jugos rurales, al margen de los sacudimientos de las urbes, dichosamente
lentos y pintorescos, poblados con los personajes que enriquecen la literatura
de Luis C. López. En todos los pueblos de Colombia hay un Elías Jalil como
aquel que llegó a mi pueblo hace veinte o treinta años y se adaptó al ambiente,
conservando algunas costumbres de su lejana nación, tales como comer cebollas y
carnes crudas, ofrecer mercancías por las calles, y hacer grandes comilonas a
base de carne de chivo.
Elías Jalil, según supe recientemente, nació
en Beirut, pero, como a todos sus paisanos siempre se le señaló con el
gentilicio de turco. Desde que llegó, pues, al plácido círculo de mi región, se
le conoció por el “turco Elías”, y nada más. Refieren las crónicas familiares
que el turco Elías llegó a nuestras playas a raíz de las últimas escaramuzas de
la guerra civil de los mil días, y que entre sus primeras actividades estuvo la
de vender telas a plazo, llevando de pueblo en pueblo un pesado fardo de
mercancías a cuestas, hasta que con sistemática consagración aumentó
considerablemente su capital y se estableció definitivamente en el pueblo que
desde entonces le sirve de escenario a su peripatética y archidetonante
humanidad. Los años pasaron con su cortejo de sucesos, cambiaron radicalmente
muchos aspectos de la vida en general, pero el turco Elías siguió siendo el
mismo en su esencia. Con su morena tez berberisca, sus mostachos retorcidos
denunciando la prosapia oriental, nuestro hombre entró por la fuerza del
tiempo, a formar parte de los personajes que sustentan la existencia de
nuestros pueblos. No fueron ya solamente el barbero y el alcalde, el
“comisario” y el curandero, el cura y la beata, el cacique y la partera, el
maestro de escuela y el escribano. Aquel elenco fue aumentado con el turco
Elías, dueño de una personalidad original, que, desde luego, no encajaba en
ninguna de las que habían venido figurando en el santoral laico de la provincia
colombiana.
Un día el turco Elías se unió con una mulata
nativa, que –entre sorprendida y retrechera- aprendió a comer cebollas y
pepinillos y a preparar el extraño kipe, una especie de albóndigas de trigo
molido y carne, que ahora tiene carta de naturalización merced al ingenio
comercial del dueño de una cantina de Mompós. El turco ha sido modelo de
maridos y de padres. Porque también es padre de tres colombianísimos hijos,
Yamile, María y Miguelito, compañeros de nuestras rondas escolares, ahijados de
nuestros padres, y a estas horas seguramente que unidos en matrimonio con
alguno de nuestros parientes.
El turco Elías es, además, dueño de algunas
tierras compradas con el producto de su almacén que llegó a ser el más grande y
el más surtido de la comarca. Las actividades del campo lo fueron alejando poco
a poco del comercio detrás del mostrador. En los últimos años se dedicó con
esmero a ensanchar su finca Niña Bonita, lo cual lo obligó a desaparecer casi
por completo de la tertulia mañanera que solía formarse en la puerta de su
almacén, para decorar, en cambio, el paisaje de los caminos que van del poblado
a la montaña, con su dura estampa caudillesca montado en abúlico caballo,
protegido de los rigores del sol por un sombrero de alas descomunales, seguido
como un barco por la estela del humo de su tabaco inseparable. En el almacén
actuaban Miguelito y las dos hijas ya casaderas, con resultado anti-económico
para la prosperidad del negocio debido al manirrotismo del varón y al poco
apego de las mujeres al negocio. El resultado final fue el cierre del
establecimiento.
II.
El turco Elías, por el mérito de su esfuerzo,
formó parte entre los ricos del pueblo. Jovial, audaz e insinuante, en todas
partes estaba presente, especialmente en aquellos acontecimientos sociales que
hacían parte del film en cámara lenta de la vida municipal. Generoso en veces,
el grato personaje se imponía en los bailes y francachelas por su resistencia
como anfitrión. En ocasiones se adueñaba de la jefatura de las festividades que
se celebraban en honor de la patrona religiosa del pueblo cada año. Encabezaba
las colectas públicas con la mayor suma de dinero, destinadas a la
reconstrucción de la iglesia parroquial, o al arreglo de los caminos vecinales.
Y en las reuniones cívicas, en los velorios de las personas destacadas, en fin,
en toda reunión social el turco ocupaba una posición visible, no solo por su
atuendo pintoresco, sino por su indetenible afán de figurar, y, además, por la
peculiaridad de su conversación que participaba de una graciosa mescolanza de
vocablos raros en los cuales la p había sido sustituida por b, la o por u, y
así por el estilo. Para los nativos la cosa no tenía importancia y pasaba
desapercibida, pero no así para los extraños que se embelesaban tratando de entender
aquella jerigonza especial. Por todas estas razones, y por muchas más que se me
escapan en gracia de la brevedad y carácter esquemático de este relato, el
turco Elías era quizá el personaje más notable de mi pueblo, que llamaba la
atención a los escasos viajeros que nos visitaban, y llenaba las crónicas de
los pueblos vecinos en donde se hacían lenguas de su excentricismo, de sus
cualidades y de sus defectos.
A los 20 años de residir en el solar que lo
había visto llegar con su fardo a la espalda, el turco ocupaba una posición
destacada en todos los órdenes. Aún para organizar con éxito una reunión de las
personas que formaban “la sociedad”, había que contar con la aquiescencia y
colaboración de Elías, ya que su calidad de padre de dos bellas miembros de esa
sociedad, le daba atributos de árbitro y autoridad de jefe de familia.
En la situación que conocemos, y sabiendo de
las dotes caudillescas de Elías Jalil, hubiera sido extraño que no se hubiera
metido también en política. Y así el turco intervino –y creo que aún
interviene- en la agitada vida política del pueblo. Siempre gobiernista
exaltado, alta la voz y el ademán agresivo, Elías ganó más de una de aquellas
cruentas batallas electorales, en que los campesinos se iban a las manos
azuzados por el alcohol y los consejos de los caciques. Muchas veces, casi
siempre, dominaban el concejo municipal los adláteres del turco, y éste
participaba de los gajes de la administración municipal con una clasificación
benigna de los impuestos, o simplemente con una exención completa. Como
compraba las nóminas de los empleados locales, los fondos de la tesorería
siempre estaban a su disposición, a pesar de la protesta de los que estaban por
fuera del condumio municipal.
III.
De entre la variada, casi interminable colección
de recuerdos de la vida de Elías Jalil, cuando lo tuve al alcance de mi
observación, cobra fuerza dramática imborrable, su actuación en la recepción
que se hizo en mi pueblo a una comisión de la asamblea departamental que nos
visitó para verificar sobre el terreno, la necesidad de construir un terraplén
que salvara la comunicación a través de una zona pantanosa que separaba al
pueblo de un lugar seco sobre la orilla del río. Huelga decir que el turco se
auto-nombró orador oficial de la junta municipal de recepción de la cual él era
presidente y el mayor sostén económico. Los demás vecinos importantes
discutieron los otros detalles de la fiesta…
Como nunca lo había visto, aquel día radiante,
sin sombras como casi todos los de la Costa Atlántica, el turco Elías vistió
sus mejores galas. Ese día, contra la costumbre diaria, se puso saco y corbata,
y se atusó hasta el refinamiento los grandes bigotes negros y brillantes. La
calle que da acceso al Puerto de las Canoas estaba como en las épocas de la
fiesta patronal. Un afán novelero sacudía las escasas dimensiones del pueblo,
porque iba a llegar la comisión de la asamblea. En la boca-calle principal se
había instalado una tribuna especial formada por dos mesas: una asentada sobre
el suelo y otra colocada bocarriba sobre la primera, cubiertas luego con una
sábana blanca. Alrededor de la tribuna formaban los niños de las escuelas
públicas, las autoridades del lugar, una comisión de damas encargadas de llevar
una ofrenda floral, y la élite de los políticos lugareños. Después seguía la
masa del pueblo. Todos estaban presentes, desde los más humildes pescadores y
jornaleros, hasta los representantes del comercio detallista, sin faltar las
sirvientas y cocineras, mozos de campo y niños de corta edad.
En medio de todos estaba el turco Elías como
un dios. Lo recuerdo ahora con la vivacidad de colores de ese día, con sus
mostachos retorcidos, su corbata roja y su descomunal sobrero a la mexicana…
Inmediatamente después de que la banda de
músicos cesó los acordes marciales con que se saludó el arribo de la comisión
de diputados, Elías Jalil subió a la tribuna de un salto. Sereno, con admirable
sans-façon pronunció el más extraordinario discurso que yo haya oído en mi
vida, como expresión dramática. Toda la fuerza de mi intelecto estaba al
servicio de los sentidos para captar cada una de las palabras y de los gestos
de aquel orador inimitable que llevaba la voz de mi pueblo. Así habló el turco
Elías ese día inolvidable:
“Saniores dibutados: El bueblo de San Bedro73
quiere que lasamblea li haga el terrablén que necisita, borque asistá como el
muchachu que no tiene zabato bara caminá. (Desde aquí estoy viendo cumbadre
Francisco Bulaño sistá riendo borqui habla un turco. Bero yo soy culumbiano bor
tres razones: bor rapresentación, bor corazón y bor la blata. Soy culumbiano
bor rapresentación borque Maguilito el hijo minor mío es culumbiano, hijo di
Betrona Bérez di aquí del buelblo y él es minor de edad, entonces yo, su badre,
soy lo rabresenta, y por eso soy culumbiano bor rapresentación. Y soy
culumbiano bor corazón borque como aquél otro no era culumbiano di nacimiento,
murió triste abandonado San Be.
Amigo Raul, dentro de los árabes de Santa Ana incluya las familias Yacub y Abdala residentes en el Corregimiento de San Fernando.
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